y, mientras mojaba la tostada, la nieve había desaparecido y los ruidos volvieron a inundar la vida, sonaban ametralladoras en las cabezas de los que firmaban paces. Era invierno y las llamas quemaban cualquier palabra para hundirse en el vacío más asfixiante. No queda nada más por decir, sólo repetir bobadas como rodillos que aplastan cualquier atisbo de inteligencia. Sigue la basura de los paparazzis oculares, y el mundo sigue andando.
Y quedan instalaciones de artistas, jardines de memorias, cosas sin decir, algunas ya dichas, y la dicha de saber que algo, siempre, en algún lugar no estará contaminado por los que dicen, y dicen, y dicen.
1 comentario:
Cuando te leo tiendo a buscar antes la firma, para saber qué excepcional escritor has seleccionado esta vez... y muchas veces me sorprendo.
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