...Frank es un romántico contradictorio y un consumista del no consumo. Tiene la decadencia de alguien que puede gastar pero no lo hace. Es un hombre inofensivo equipado con un lanzallamas, rodeado de tierra árida. El paisaje de Frank está contaminado con documentos legales. Demandas. Juicios en contra de los adversarios y de los muchos que han intentado estafarle. Una vez taladró agujeros a través de un montón de sus propias reproducciones, atadas con alambre, para arreglar un acuerdo contractual. El paquete atado de fotos estuvo como un reposapiés en su sótano durante años. Mas tarde, colocaría el paquete de imágenes dañadas colgado de una pared.
Frank no se detiene en recapacitar. No se entretiene en la misma cuestión dos veces, particularmente cuando ésta es la misma expresada de otra manera. Los caminos artísticos no cruzan sus caminos, se acaban. La parte oscura de Frank es una mordaz estrategia. Frank no tiene miedo de los conflictos o de la revolución. Es en el conflicto, de alguna manera, donde encuentra consuelo. Por lo menos uno puede ver los problemas - y fotografiarlos si es necesario.
Un día caminando por la 2ª Avenida a principios de los 90 con Robert Frank y Herbert Huncke, paramos en la esquina de la 4th Street. Al lado de la acera se encontraba un viejo Chevy esperando a que el semáforo cambiara de color. No tenía muelles de suspensión y los amortiguadores no funcionaban – el tubo de escape no se podía oír por encima del estruendo de la música que venía de la radio del salpicadero del coche. Era un día caluroso y las ventanas del coche estaban bajadas. En su interior había seis chicas puertorriqueñas, tres sentadas en el asiento delantero y tres en el de atrás. Ellas eran el vivo, exaltante espíritu de libertad de las adolescentes que hacen su primera salida en un coche sin padres.
Estábamos de pie en la acera mirando dentro del coche. Huncke estaba en un lado, Frank en la mitad, y yo al otro lado. La música tenía un constante ritmo y el coche, una necesidad de modernidad. Algo que todos alguna vez habíamos sentido y después desaparece. Mientras la luz se volvía verde, la joven sentada en medio del asiento delantero, se apoyó sobre el regazo de su compañero hacía la ventana del copiloto y miró directamente a Frank.
“Haz una foto” dijo ella, “Házla internacional”
Al hacer el comentario, el semáforo se volvió verde y el coche rugió hacía el cruce.
“Ella ha visto algo” dijo Frank.
No sabía quien era él pero vio sus ojos – y cómo sus ojos miraban - como a través de una lente - lista para capturar- la belleza, la inocencia y lo roto en todos nosotros.
Jack Kerouac, extracto del prólogo "The Americans" de Robert Frank
“Menos gusto y más espíritu… menos arte y más verdad”, decía Robert Frank.
(Fotografía de Inge Morath, Marilyn en un descanso de la película "The Misfits", dedicada a Desconvecida)
1 comentario:
"Menos arte y más verdad", me ha gustado la frase.
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