sábado, 4 de octubre de 2008
la inventora de lo cool
Diana Vreeland fue, por encima de todo, una estimuladora de imaginaciones ajenas, forjada bajo la idea de que «uno puede tener fantasía incluso cuando no se tiene nada más». Desde esa óptica sedujo a las lectoras del Harper's Bazaar de los años treinta con una columna que publicaba bajo el título de «Why don't you...?», y que se debatía entre el esnobismo, la ironía, la genialidad y el absurdo. «¿Por qué no pones mermelada de frambuesa en tu té helado?» «¿Por qué no pintas un mapa del mundo en la habitación de tus hijos para que no crezcan con un punto de vista provinciano?» Llegó a decir que el bikini era lo más importante que había pasado en el mundo desde la bomba atómica y aseguraba que no había que tener miedo a ser vulgar, lo verdaderamente terrible, según ella, era ser aburrido y adocenado. Popularizó expresiones como «Beautiful people» y «Youthquake», este último término referido a los agitados años sesenta. En aquella década, desde su puesto de directora del Vogue, se afanó en crear las bases de un tipo de belleza más libre. Casi todos los inventos del mundo de la moda presentes hoy en el mundo editorial, tuvieron algo que ver con su portentoso ingenio.
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