
Sábado 2 de Agosto, después de la pérdida. Nunca he tenido un hermano y hace muchos años
Leopoldo y yo juramos adoptarnos. A lo largo del tiempo o nos veíamos mucho o casi nada. Sin embargo, era un referente en mi vida. Teníamos largas conversaciones sobre el fracaso, eramos conscientes de nuestra
desubicación, nuestro desamparo. Luchábamos contra nosotros mismos. Nos costaba aceptar cosas corrientes. Escoger la dificultad nos gustaba.
Estábamos equivocados en casi todo, pero nuestras certezas nos servían porque nos unían con casi todos aquellos a los que admirábamos. Todos los mejores siempre lo pasaron bastante mal y de su
radicalidad, de sus quejas, teníamos nuestras
estanterías llenas.
Leopoldo, mi hermano, mi amigo. Todos hablan hoy de su espíritu alegre, de su vivacidad. Yo puedo hablar de una soledad compartida, que ahora es solo mía. Te aseguro que en ese
Iphone que
tanto deseaste, tienes varias llamadas perdidas mías .
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