jueves, 5 de mayo de 2022

tirar y que te lo recojan

Conocí a una persona que siempre de forma arbitraria decía “nosotros, aquí nombraba un apellido- nunca somos adultos”. Si observabas con atención, era cierto. Pasaban los años  sentados en la sillita de bebés y tirando cosas solo para verlas caer al suelo, actividad que les resultaba tan placentera como poco terribles eran sus consecuencias. Se quedaban mirando lo que hubiera caído —una galleta a medio comer o una pelota de plástico—, cada vez más nerviosos ante la incapacidad de la cosa por regresar. Al final se echaban a llorar, y por lo general se encontraban con que el objeto en cuestión volvía a ellos por la vía del llanto.

Siempre me sorprendía que su reacción a esa cadena de acontecimientos consistiera en repetirlos: en cuanto tenían el objeto en las manos, volvían a tirarlo inclinándose hacia delante para ver cómo caía. Su regocijo no disminuía nunca, y su angustia tampoco. Pero seguían.

Si no les hubieran devuelto, quizás hubieran aprendido.

No hay comentarios: