Los números primos solo son divisibles por uno y por el propio número (...) Son números desconfiados y solitarios (...) sospechaba que también a ellos les gustaba ser como los demás, solo unos números cualesquiera, pero que por algún motivo no habían sido capaces.
Sentir que amamos es una confusión que se convierte en arma cuando no sabemos qué es amar. Los amores desairados tienen algo de incurables. Algo particularmente atroz: no tienen escapatoria, tan sólo la posibilidad de aceptar que cada uno carga con su propio sufrimiento y el alivio (aunque no siempre) es lograr vivir. Quizá por eso, la soledad es el único presagio de seguir vivo. No hay otra manera de ponerse a salvo.
la comodidad no es cómoda, termina por producir un inmenso cansancio.
lo único que da tranquilidad es lo que no es arriesgado
no arriesgarse es un síntoma de cansancio
y el cansancio produce incomodidad
Esas ganas de huir, de salir corriendo cuando alguien muestra que empieza a conocerte, aunque no te reveles. Ese vértigo de quedarte. Esa indomable sed de alguien y de no estar con nadie. De envolver las caricias en palabras. Esas ganas de cambiar sin renunciar a nada. Esa hambre de imposibles. ¿Cómo pensar en esta confusión contradictoria? Es verdad y mentira, está bien y está mal, y no hay salida.
La pasión decae y en su lugar aparecen el cariño, el respeto, la lealtad… todo eso que ya estaba ahí, pero que no se hacía notar mucho, porque se daba por supuesto. Todo eso que es la otra parte del amor. A veces puede hasta bastar, ser suficiente para seguir adelante. Pero otras veces no; entonces la tragedia entra en las casas.