No lo sabíamos entonces.
La vida era un derroche
de verbos clandestinos
y nuestros huesos eran
un frugal hervidero
de narcisos.
Pero no lo sabíamos.
La luz como un incendio
ceñía nuestros cuerpos
de extraño resplandor
para mirar los días
como si fueran redes
donde atrapar los sueños.
La vida era otra cosa.
Pero no lo sabíamos.
Entonces nos urgía
inaugurar palabras,
conjugar nuevos verbos,
traspasar los celajes
oscuros de la tarde
y sentir la pasión
de aventuras errantes.
No todo era mentira.
Pero no lo sabíamos.
El tiempo no existía
y el tacto de la vida
era un puro espejismo.
Y es que estábamos presos,
del tiempo y del destino.
La muerte silenciosa,
calladamente pálida,
crecía con nosotros.
Pero no lo sabíamos.
Luz María Jimenez Faro
(dedico esta poesía de Luz María a Ada que tuve el placer de conocer,
bella como las mariposas que se ha ido volando como ellas.)
7 comentarios:
:)
Besos y salud
Gracias Genin. Un abrazo.
Me lo ha contado Blue. Una pena.
David, así es , una grandisima pena. Besos.
Eso es la juventud a veces, un estallido.
Gran poema, Marcela. Qué acertado.
Besos.
Gracias Blue.
Precioso poema... Precioso... Ya antes de ver que se lo dedicabas pensé en ella al leerlo...
Gracias!!
Un besazo
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