martes, 29 de septiembre de 2009

perferiría no hacerlo

Hoy, uno de mis libros favoritos. Complejo, breve, filosófico, policiaco, emocionante, triste solitario y final. Por que la única manera de hablar de una misma con cierta honestidad, es a través de sus elecciones. Concebido como un cuento Bartleby, el escribiente (Herman Melville, 1856) es, quizás, uno de los relatos más inquietantes de la literatura mundial, precursor del existencialismo, de La metamorfosis de Kafka y del absurdo liderado por Beckett.

Narra la historia un abogado de nombre desconocido que tiene su oficina en Wall Street quien, según sus propias palabras, "en la tranquilidad de un cómodo retiro, trabaja con los títulos de propiedad de los hombres ricos, con hipotecas y obligaciones". Contrata a Bartleby, como escribiente. Su figura es descrita como "pálidamente pulcra, lamentablemente respetable, incurablemente solitaria". El abogado asigna a Bartleby un lugar junto a la ventana.
Al principio, Bartleby realiza una gran cantidad de trabajo. Sin embargo, cuando el narrador le solicita que examine con él un documento, Bartleby contesta: "Preferiría no hacerlo" ("I would prefer not to", en el original). A partir de entonces, a cada requerimiento de su patrón para examinar su trabajo, Bartleby contesta únicamente esta frase, con total serenidad, aunque continúa trabajando como copista con la misma eficiencia que al principio.
El narrador descubre que Bartleby no abandona nunca la oficina, y que en realidad se ha quedado a vivir allí. Al día siguiente formula algunas preguntas, a las que Bartleby contesta sólo con su consabida frase. Poco después, Bartleby decide no escribir más, por lo cual es despedido. Pero se niega a irse, y continúa viviendo en la oficina. Sintiéndose incapaz de expulsarlo por la fuerza, el narrador decide trasladar sus oficinas.
Bartleby permanece en la antigua oficina, y los nuevos inquilinos se quejan al narrador de la presencia de Bartleby, que se niega a irse del lugar. entonces es detenido por vagabundo y encerrado en la cárcel. Allí, termina dejándose morir de hambre.
Anteriormente trabajó en Washington en el departamento de cartas muertas, lo que explicaría su actitud.
(foto partisana)

3 comentarios:

Julia dijo...

Muy interesante, Marcela!!!
Gracias, me lo apunto para tratar de conseguir el libro.
Un beso.

marcela dijo...

Julia, eres una asidua y eso hece que espere tu comentario.
Gracias, un beso

Pilar Mandl dijo...

Precioso cuento, sí, yo también lo tengo en la lista de mis preferidos desde hace años...
¡Ay ese pez "enamorao"...!
qué guapo/a te ha quedado...