Conocí el dolor exquisito el verano del año 2009. Entre el viernes 9 y el domingo 11 de julio, me pareció enero. Antes de las diez de la noche. Volví a conocerlo en diferentes fechas, en diferentes años. El dolor exquisito no es sino un dolor muy fuerte, con mucho sabor y mucha consistencia. Parece salado, pero es amargo. No se pide más, pero se repite.
Es un dolor agudo, intenso, determinante. También es un dolor que se gasta de tanto usarlo. Un poco como el amor. Van de la mano, por cierto
Que no he encontrado mi rostro, uno hecho por mí misma. Que llevo una cara que me dieron, la primera que encontré. Volví a conocerlo más veces, días en los que por ejemplo me decían “tu siempre vas a estar ahí”
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