Curzio Malaparte pidió al arquitecto Adalberto Libera que le diseñara su casa. Esa casa ha sido objeto de fascinación de numerosos artistas. Curzio fue un esteta, un grandilocuente nunca comedido. Fue un hombre de esos que se saltan las normas; del fascismo al comunismo. De ahí, que pareciendo inmensos, no sean lo suficientemente grandes para no estar arropados por una ideología. Las mujeres lo temían y lo amaban con la misma furia. Él se dejaba querer y saltaba de amante en amante. Dejó esa magnífica casa que se descomponía igual que su recuerdo. El tiempo la ha recuperado con ayuda de algunos que saben que los hombres pasan y sólo sus ideas y construcciones permanecen.
También el tiempo ha salvado dos libros "Kapputt" y "La piel". Heterodoxo y ambiguo Malaparte construyó una casa a la que sólo se podía acceder por barco o por unos riscos infernales. En "Le mepris" de Godard Brigitte Bardod trisca por la casa y las rocas. La casa de Malaparte es el sueño de querer volar, la pesadilla de la caída. Siempre me ha fascinado. En algunas fotos tomadas desde arriba se parece a un tanque gigante que quedó varado acantilado. Una fusión entre el sueño-clasicista del deseo y la fantasía futurista de guerra. Cerca del sol, cerca del mar ... cerca del abismo.
Su vida privada estuvo plagada de escándalos. A comienzos de la década de los treinta se unió sentimentalmente con una viuda de 35 años llamada Virginia Agnelli, madre del que luego sería presidente de la Fiat. Gianni Agnelli recordaba a Malaparte como "engominado, perfumado y viscoso". En cambio su hermana Susanna Agnelli, futura ministra de Exteriores, le adoraba. Puede que todo se debiera a una venganza: Agnelli lo había destituido de la dirección de La Stampa.
El artista Orfeo Tamburi, su amigo, dijo de él que "las mujeres sólo le servían para halagar su vanidad". Una amante, estudiante norteamericana, a la que negó el billete de vuelta, se suicidó de rabia y dolor.
Curzio se empolvaba sus rojas mejillas y para mejorar la piel aplicaba sobre su rostro chuletas de carne fresca. Por su lecho de muerte desfilaron las ex amantes, recibió al mismo tiempo el carnet del Partido Comunista y el certificado de católico, tras abjurar de su fe luterana. En realidad, el gran camaleón no fue fascista ni antifascista. Lisa y llanamente fue malapartista. (ELP)
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