Se lee solo, de soledad en soledad, con un otro que no está ahí.
Ese otro que no está ahí no responde y, sin embargo, responde.
No toma la palabra y, sin embargo, una particular voz silenciosa, tan singular, se eleva de entre las líneas que cubren las páginas de los libros, sin sonar.
Todos aquellos que leen están solos en el mundo con su único ejemplar. Forman la comunidad misteriosa de los lectores.
Es una compañía de solitarios, como se dice de los jabalíes bajo la sombra tupida de los árboles.