sábado, 27 de agosto de 2016

te quiero es un hogar


No hay lugares, me dije entonces. Hay gente a la que volvemos como movidos por una especie de aroma a pan tostado, a caldo hervido; a sábanas limpias y a colchas ahuecadas, extendidas sobre estas con levedad, como si el mundo dependiese del gesto de estirar más los apegos. 

Es cierto. Vivir nos acompaña. Da igual a dónde dirijamos nuestros pasos, nuestra mirada atenta, nuestra forma de estar porque, a la postre, vivir es el cociente: la fracción resultante entre soñar y concebirse. 

Por eso volvemos al hogar pero no al sitio. Porque el hogar es móvil como lo son también los sentimientos. Te quiero es un hogar y es para siempre.


(María Alcantarilla)

viernes, 19 de agosto de 2016

el turismo es estar entre ninguna parte


Los turistas miran una abstracción, una postal, un resumen esquemático de una versión establecida de la realidad. 
Los turistas miran la realidad para pisar un mapa. 
Los viajeros miran los mapas para pisar la realidad.
(copypaste desconocido)

El que viaja rápido se pierde el paisaje porque se difumina o no sé ve por demasiao alto, es el viajero que se demora el que ve la totalidad del paisaje que enmarca seres humanos.

El turista pasa la mayor parte de su tiempo en aeropuertos esos -no lugares- y cuando llega sigue la ruta, desesperado para ver más, y  para ver aquello que le ofrecieron en postales.
El turista arrasa los lugares y hay ciudades invisibles cubiertas por los turistas que han ido a conocerlas.
Me cuentan que mi ciudad San Sebastián, se está volviendo inhabitable porque se ha convertido en destino turístico primordial
(partisana) 
(fotografía massimo vitali)

domingo, 7 de agosto de 2016

Lo grande es muy pequeño



La diferencia entre lo que parece grande y lo que parece pequeño en el mundo mercantil y se desdice vitalmente con la evidencia de que lo grande se expresa en un basto papel moneda y lo menudo (la moneda) es pequeño metal que en la mano luce y comunica lucidez. 

La felicidad, personal viene a ser, en este caso, como la metáfora de un collar propio cuyas cuentas nos bendicen como abalorios de oro. Instantes de una felicidad en accesible calderilla, esperando ser manoseada para agradar.
(Verdú)

miércoles, 3 de agosto de 2016

cuentame algo...



Olympe de Gouges, Mary Wollstonecraft, Virginia Woolf, Simone de Beauvoir, Jean Rhys, Susan Sontag, Renata Adler, Camille Paglia, Alison Bechdel, Elizabeth Strout, Alice Munro, Chimamanda Ngozi Adichie, Amy Hempel. No sólo son autoras feministas: todas ellas ponen de manifiesto que la literatura ha sido durante siglos el ámbito de intervención escogido por algunas mujeres -el campo de batalla, podría decirse- para la adquisición de unos derechos que nunca están completamente adquiridos, que se recuperan diaria y dificultosamente. 

Para muchas mujeres, la literatura ha sido, y sigue siendo, el único lugar al que ir cuando se tienen problemas, el sitio donde buscar refugio y reparación a heridas pero también razones para seguir adelante. «Cuéntame cosas que no me importe olvidar», pide la protagonista de una de los relatos de Amy de Hemel (a quién estoy leyendo), pero esto es preferible no olvidarlo.