sábado, 14 de mayo de 2011

historias, que no historia


Nunca asisto a la noche en blanco. Paso demasiadas en mi cama. En Madrid, que posiblemente sea la ciudad del mundo que más noches se viven y menos se leen, se han inventado ese evento para animar a leer.
Pienso que lo que se debe hacer con la lectura es prohibir, porque está claro que todo lo que se fomenta resulta altamente sospechoso.
Lo que no sabe el 65% de los jóvenes que no leen -encuesta que ha salido- es la posibilidad que tienen de abandonar las aceras conocidas, los barrios repetidos, las palabras cansinas, las ideas tontas, los jefes listos y todo el pequeño mundo que te acogota y limita.
Recuerdo, que me prohibían leer de tanto como lo hacía. Así que tuve épocas que no pensaba en otra cosa. Para mi los libros fueron la posibilidad de ser muchas. Y de ahí me viene esa dualidad de ser un día una y el siguiente otra a la que cuando me la encuentro, no le saludo.
Gracias a los libros a la hora de comer cuando cerraba el libro venía de Istambul, y cuando ya acababa el postre, estaba camino del desierto incluso con bastantes grados de temperatura.
Y si leer no te hace más feliz, ni siquiera más listo, te ayuda a transformar la realidad ese dinosaurio que a veces al despertar, sigue ahí.
En realidad nunca pude con los libros históricos ¿para qué? si mentían siempre y además las mentiras eran menos bellas que las de cualquier novela. Lo que se inventa en un libro casi siempre te lleva por el mal camino. Que por otro lado es el bueno.
Nunca supe de dinastías, sucesiones ni cuando estudié historia. Las historias para mi son otras.
Cuando regresas de leer un libro ya no eres la misma.
(fotografía Irving Penn)

10 comentarios:

India dijo...

Marcela, compartimos castigo... a mí también me prohibían seguir leyendo, me arrancaban de las páginas para que le hiciera caso a mis amigas, que no dejaban de llamar al timbre para que bajara a jugar a la goma (sería que querían mis canillas para sujetar el elástico, si no, no había motivo para tanta insistebcia)... y desde entonces, a los 14 años y tras un accidente de tráfico, gafitas... por vista cansada y otro (el oculista), que me recortaba las horas de lectura... yo digo que tuvo más que ver el golpe que las horas delante de los libros, pero no me hacen caso...
Para ti los ibros eran la posibilidad de ser muchas... curioso... para mí, los libros eran la posibilidad de no ser yo.
Me encantó esta entrada, preciosa mía!
Achuchones!!!!

Blue dijo...

¡Que razón tienes!, si hay que contar mentiras, al menos que sean bonitas.
He disfrutado con muchos libros, pero me enfurezco si, cuando empiezo alguno, llego a al página veinte y no me gusta. Creo que he perdido paciencia, ja, ja.
Por cierto, encuaderné el "Allegro ma non tropo", ja, ja. Prefiero el papel.
Besos.

Carmela dijo...

Para mi son una forma de inventarse en cada libro.
Y creo que unca somos las mismas después de acabr un libro.
La foto me hechiza, esa niña me recuerda demasiado a mí de pequeña, y me mira.
Besos Marcela

VANESSA dijo...

Qué razón llevas!
Leer es viajar en la imaginación, vivir otras vidas sin moverte del sitio.
Besoss!!

fiorella dijo...

Tuve libertad total con los libros,acceso a ellos sin ningún tipo de restricción. Me llama la atención cuando leo o me dicen que no las dejaban leer por diferentes motivos, quizás,no lo dudo, esos padre tenían sus razones. Los libros fueron y son un poco como a India,no ser yo y un poco también como a Marcela, viajar y vivir otras tierras geofráficas y humanas. UN beso a todas.

marcela dijo...

Mis padres me inculcaron el amor a lalectura, pero es que no quería soltar el libro. Leía sin luz, sin pausa, hasta que llegó un momento en que me prohibían más de dos horas seguidas. Fui lo que se llama una letraherida perfecta.
Siempre recuerdo en casa los tres mi padre, mi madre y yo leyendo, y de vez en cuando mirándonos con alegría.
Ahora los ojos secos, la vista muy agotada, leo mucho menos. Hubo un tiempo que hasta que no acababa un libro no apagaba la luz.

Genín dijo...

A mi también me echaban la bronca, pero es que me pasaba cuarenta pueblos, podía estar horas y horas leyendo, y me iba a la mesa a comer después de haberme llamado mil veces, de mala gana, pero con el libro...jajaja
Esto me recuerda que me tengo que graduar la vista de nuevo, las gafas que tengo solo me sirven para el ordenata y hace tiempo que no leo por razones técnicas y de vagancia de no ir al óptico...
Salud y besitos

meloenvuelvepararegalo dijo...

Qué buen hábito, que encima se está perdiendo.
Lo de viajar con la imaginación, creo que los adolescentes de hoy en día, no lo saben hacer pues se lo dan/damos todo hecho :(
En fin, yo también prefiero que me cuenten historias... como las tuyas.
Un beso,

Cristina R dijo...

nunca, nunca eres la misma, por suerte

maravillosos libros

Helen Ford dijo...

¡Qué bueno! Te imagino con cara enfurruñada esperando que pasara el tiempo para poder volver a leer. Como yo esperaba que pasase la siesta para poder salir a jugar.
Me ha llegado a lo hondo eso de que al regresar de un libro nunca somos los mismos. Precioso.