lunes, 14 de julio de 2014

eros como mercancia

 


Vivimos en una sociedad que se hace cada vez más narcisista. La libido se manifiesta  sobre todo en la propia subjetividad. El narcisismo no es amor propio. El amor propio es la limitación del otro a favor de sí mismo. En cambio, el sujeto narcisista ni siquiera puede fijar claramente sus límites.

De esta forma, se disuelve el límite entre él y el otro. El mundo se le presenta solo como figuras de sí mismo. No es capaz de conocer  al otro en su condición diferente. Solo hay consideraciones allí donde él se reconoce a sí mismo de algún modo. Deambula por todas partes como una sombra de sí mismo, hasta que se ahoga en sí mismo.

La depresión es una enfermedad narcisista. Conduce a ella una relación consigo mismo exagerada y patológicamente recargada.

Se presenta la depresión como la imposibilidad del amor. El amor se vive como una mercancia que se intercambia.  

La proclamación neoliberal de la libertad se manifiesta en realidad como un imperativo paradójico: sé libre. Domina una economía de la supervivencia en la que cada uno es su propio empresario. El neoliberalismo, con sus desinhibidos impulsos narcisistas del yo y del rendimiento, es el infierno de lo igual, una sociedad de la depresión y el cansancio compuesta por sujetos aislados. 

(Byung-Chul Han) 

En un extremo, lo erótico se repiensa y se viste, mientras en el otro, el sexo fast food desafía el tan necesario amor a uno mismo. Y si el amor a uno mismo es narcisista ya no es sexo, ni eros, simplemente es sentimiento pornográfico.
 


1 comentario:

Genín dijo...

Hay gustos para todos los colores, en el sexo, también...
Besos y salud