martes, 18 de noviembre de 2014

la fabulosa y extravagante marquesa casatti



 En Venecia en el maravilloso Museo Fortuny hay una gran exposición sobre la Marquesa Casati, personaje que dió mucho que hablar en la ciudad y convirtió su vida en una apuesta por la excentricidad más chocante.

Luisa Casati nació en Milán en 1881 en el seno de una familia acomodada. Su padre Alberto von Amman, austriaco, fue un rico fabricante de algodón nombrado conde por el rey Umberto I. Él y su mujer, Lucia Bresci, cuidaron exquisitamente la educación de sus dos hijas, llevándolas a visitar los museos y las galerías de su ciudad. Además de la pasión por el arte que prendió en ella, se sentía fascinada por las celebridades estrambóticas, como el rey Luis de Baviera o la actriz Sarah Bernhardt.

Con 18 años se casó con Camilo Casati Stampa di Soncino, marqués de Roma. Un año después nació su única hija Cristina. La aristocracia y su círculo le sirvieron para ampliar las amistades y para convertirse en la estrella de fastuosas fiestas. Sin embargo, Luisa pronto descubrió que su marido estaba interesado en los caballos y la caza más que en ella. Así que acabaron por habitar en residencias separadas: mientras él vivía en Roma, ella se dejaba ver en Venecia. Catorce años después de su boda, Luisa se convirtió en la primera mujer italiana en separarse legalmente de su marido.
 

Desde este momento dio rienda suelta a las excentricidades, y se preocupó en convertirse en “una obra de arte”. Compró el Palacio Vernier dei Leoni –posteriormente de Peggy Guggenheim- y adelantándose al “decor-rough” lo dejó en el estado ruinoso en que permanecía e incluso lo potenció. Puso en el jardín y dentro de la casa animales: pavos reales, monos, serpientes, dos guepardos, un león y otras especies que la hicieron famosa en toda Europa. Su éxito no fue de quince minutos, como preconizaba Warhol.
 

Escoltada siempre por un sirviente tunecino de casi dos metros llamado Garbi, al que pintaba el cuerpo de dorado, llegaba a la Plaza de San Marcos creando la máxima expectación. El espectáculo de Casati era un lugar al que todos concurrían. En una ocasión –y modernas artistas de la perfomance como Marina Abramovic son unas párvulas- llegó toda vestida de plumas blancas pintadas con sangre fresca. Hubo desmayos.

4 comentarios:

Genín dijo...

Menudo personaje, me pregunto si hubiera sido tan extravagante si hubiera nacido pobre...
Besos y salud

Blue dijo...

Cuanto me gustaría verlo, allí, en Venecia.
Ahora los excéntricos son menos creíbles.
Besos.

marcela dijo...

Genín, sí que hay pobres extravagantes, lo que ocurre que nos fijamos en los más opulentos.
Un beso, y salud.

marcela dijo...

Blue, estoy totalmente de acuerdo contigo, ahora van llamando la atención sin poner en ello la mínima creativaidad. Cassati era una performance total, o debía ser. La exposición en Fortuny maravillosa.
Un beso.