Nos venden la libertad como panacea. La libertad hidrata y el riesgo estimula cuerpos y cerebros muertos. La felicidad es burbujeante y suave. La libertad es una droga cursi que entra por las uñas y baja por la garganta cual aspirina triturada, cual grumo seco de cacao, cual aguja, punzando fuertemente la garganta.. ¿Pero qué es la libertad? Alguna vez intenté responder a esa pregunta y entonces nada volvió a ser lo mismo. Preguntarse por la libertad perdida es la mayor barbarie que conozco. El compromiso es una armadura que nos impide luchar contra el dragón y salvar a la princesa que era una rana. Rana, que salta de charco en charco.
Libertad es una palabra que interesa cuando la necesitamos para no comprometernos con alguien. Nadie es libre con los deberes mas cotidianos. Somos libres de nuestros instintos. No madurar es la pobreza.
Cuando uno cree que tiene algo y tiene cero céntimos, millones de algodones, de esmaltes, cero respiraciones, cero palpitaciones. Cuando sabe que el dinero es quien dicta su digestión, ¿cómo se puede ser feliz? Entonces todo se limita a perder su mirada en lunas ficticias, en amores decorados con marcos exuberantes, en canciones que hablan de amor, en narcotizantes que evitan los recuerdos.
No quiero el dinero de papá ni el de mamá, quiero creer que lo he ganado yo. No quiero su dinero ni su casa. No quiero lamer su suelo, no quiero muchas cosas y quiero la libertad pera ir hacia otro al que quitársela. Y quiero siempre algo nuevo para hacerlo viejo y volar hacia la libertad, el riesgo, el peligro todas esas cosas que necesito para sentirme vivo.
Y si vas a entrar en desorden avísame, decía la canción que me ponías. Tu, que lo único que eres es ordenada. El espéctaculo tiene que seguir, y siempre está bien tener alguna nueva fiera para alimentar la tristeza alegre del circo.
(fotografía hiroshi sugimoto)