Hay cosas que simplemente encuentro y las guardo porque al ser innecesarias sé que algún día volveré sobre ellas.
Vicente Huidobro, afirmó: "Descendida al fondo sémico, al tiempo y al espacio unitivos, allí donde el ritmo vocal reencuentra el bucal, la lengua, melificada por el placer oral y glótico, opera su regresión genética, abandona la estructura frástica por la sopa sonora"
No sabemos lo que todo esto significa, y quizás ni siquiera tenga sentido, pero justifica plenamente la decisión de tanto estudiante de filología que se pasa a veterinaria.
Es lengua barroca, expansiva, extensiva y tan rítmica como un danzón. Y si no tiene sentido se le supone. Y el árbol jacarandoso, como ese fraseo del poeta, se desparramaba con brochazos violetas por las calles sevillanas en Mayo, lo que me produjo un ritmo estético y un placer casi táctil.
Hay días que me despierto así; con ésta empanada. La foto no es de Sevilla, pero el árbol ilustra.
Es uno de mis árboles favoritos.
Los jacarandás, jacarandaes, jacarandas, gualandayes o tarcos (Jacaranda spp. Juss.) son un género de unas cuarenta especies de árboles y arbustos de la familia de las bignoniáceas, típicos de la América intertropical y subtropical. El nombre científico de la especie (jacaranda) deriva de la voz guaraní jacarandá, palabra acentuada en la última sílaba.
Y lo que Huidobro dice en ese párrafo, según amable traducción de Fiorella "es volver a lo primario, al líquido elemento, a la lengua pura y al dulce placer de la pronunciación interior y física"