Noté el salto en el latido, la quietud repentina de tu mano, que un segundo antes, desordenaba mis pelos desparramados sobre tu pecho. Sentí la tensión súbita en ese abrazo, hasta ese momento en el límite perfecto entre lo cortés y lo cariñoso. Nunca te había pedido nada; llegaba, haciamos el amor y me marchaba y estaba casi segura de que tú aún no sabías cómo enfocar todo aquello.
Me heriste.
Y a estas alturas de mi vida eso es más un piropo que una acusación
Me heriste.
Y a estas alturas de mi vida eso es más un piropo que una acusación
Me heriste.
Y a estas alturas de mi vida eso es más un piropo que una acusación
Me heriste.
Y a estas alturas de mi vida eso es más un piropo que una acusación